Extreme Terrorism and its Paradoxical Psychological Lessons, por Dr. Luciano Peirone

New National Priorities Require Balanced Time Perspectives por Dr Philip G. Zimbardo

Desconfianza, Estigmatización y venganza, por Dr. Jorge Manzi

Faceless Terrorism as Creative Evil or Opposing Terrorism by Understanding the Human Capacity for Evil, por Dr. Philip G. Zimbardo

El legado mental del terror

Dr. Leslie Beyer-Hermsen, miembro de la División 48 de la APA, Psicología de la Paz, nos recomienda visitar la página web de Tolerance.org

"Psychology mobilizes to help a nation in pain". Documento de la American Psychological Association

"The nation in shock". Documento de la American Psychological Association (No disponible)

 

Seducción y destrucción
Lic. Laura Billiet, especialidad psicosomática

Como a tantas personas de nuestro país, desde hace mucho tiempo me preocupa la famosa opción entre 'civilización' o 'barbarie'. Los motivos tienen que ver con: a) las violaciones al cotidiano derecho humano de vivir conservando la dignidad económica y/o laboral; b) la predominancia de intereses personales en los mismos o diferentes partidos políticos; c) y por lo tanto, el detrimento que lo anterior ocasiona en los ciudadanos para los que debían formarse y trabajar; d) los diferentes atentados perpetrados dentro de nuestro país; e) y más recientemente, el sufrido en el corazón de Estados Unidos.

Todo ello ha venido influyendo en que me decidiera a transmitir otra óptica desde la cual intentar replantearnos a dónde queremos llegar o nos quieren llevar: si a la 'civilización' o a la 'barbarie'. Sin embargo, caigo en la cuenta de que el dilema que tenía sentido en una época, en ésta no parece adecuado. En particular, a partir de que busco refrescar el significado genuino de las palabras que solemos tan livianamente repetir. 'Barbarie' significa rusticidad, incultura, y figurativamente alude a fiereza, crueldad. Mientras que 'civilización' es el conjunto de manifestaciones culturales, artísticas e ideológicas que caracterizan el estado social de un pueblo, de una raza o de una época. A su vez, etimológicamente, 'civilización' alude a civil, esto es 'propio del ciudadano, político'.

De modo que, si entendemos que civilización es el conjunto de manifestaciones de -por ejemplo- una cultura, país o aquello inherente a tantos políticos, y si entendemos que barbarie, más que remitir al 'campo, lo campesino', está aludiendo a la fiereza, llegamos a la triste conclusión de que el conjunto de personas que practican la crueldad y el terrorismo constituye una 'civilización'. En este sentido, lo mismo es aplicable a aquellos hombres que, diciendo representar a los ciudadanos que los votaron, prosiguen actuando para sus propios intereses.

Me digo, entonces, que el dilema tendría que ser 'humanidad o barbarie'. Sin embargo, humanidad remite a humano, y no se necesita ser psicoanalista para saber que a todo ser humano le son inherentes tanto emociones amorosas como destructivas. Claro está que, con toda una escala de grises, el arte de cada persona girará alrededor de cómo canaliza e instrumenta -cotidianamente- sus tendencias. Pues, en el caso de las destructivas, es importante tener consciencia de ellas para evitar estropear los propios talentos o capacidades. Dicho de otra manera, cuando cualquier persona se da cuenta de las inhibiciones o modalidades dañinas, y comienza a actuar para atemperarlas y modificarlas, y en forma más natural y simultánea puede ir liberando y desplegando lo más constructivo y positivo de sí mismo.

Naturalmente, todo ello guarda relación con la propia historia, con el contexto que elige cada persona y con las cuestiones que el medio ambiente impone -para bien y para mal- en el diario vivir.

Desde esta óptica, entonces, no se trata de si las opciones son civilización o barbarie. Porque, como hemos dicho, el primer término no es el opuesto del segundo, más bien lo integra desde una óptica negativa. En este sentido, parece más adecuado pensar que el tema central es 'domar a la barbarie', a las ansias de "Poder" y todos sus derivados en cualquier ámbito de nuestra vida, a pequeña o gran escala. Solo así, nuestra 'civilización' podría caracterizarse más por la solidaridad y honestidad, y menos por ambiciones desmesuradas que -como siempre se les sube el techo y quieren más- irremediablemente conducen a la destrucción ajena a corto plazo. Si bien la experiencia indica que a la corta o a la larga también conduce a la propia destrucción y denigración.

Ahora bien, tomemos el horror del 11 de septiembre. Me doy cuenta que lo digo así, con una fecha, a secas. Me doy cuenta que 'algo' trasciende el obvio dolor de constatar la muerte de una o miles de personas. Gente que -como Uds. o como yo- comenzaba un nuevo día laboral en una oficina, en un camión de bomberos, conduciendo y atendiendo a los pasajeros de un avión, mujeres y hombres que estaban plasmando algún proyecto en anotaciones o llamadas telefónicas, o que simplemente estaban rememorando alguna peripecia del día o instante anterior a la par que subían o bajaban de un ascensor o tomaban el último café.

Lo anterior genera espanto, y sentimos que 'algo' es siniestro porque se nos escapa de la comprensión. En circunstancias semejantes, por un lado pretendemos vencer el dolor que nos genera la muerte de personas en un acto terrorista. Mientras que por el otro, es nuestra propia incomprensión la que genera la sensación de impotencia, la cual necesitamos -de alguna manera- lograr aplacar.

En función de lo anterior, podemos forzar explicaciones, por ejemplo aplicando instrumentos conocidos que, justamente por ser conocidos, suponemos que calzarán y nos tranquilizarán. De ahí que hablemos de la pulsión de muerte que alienta a los denominados kamikases, a grupos o personas extremistas. Claro que, con todo nuestro bagaje cultural y profesional, le damos la categoría de 'muerte' a lo que para otros es 'vida'. Y aunque no quisiéramos meternos en ese terreno tan espinoso, la cuestión vuelve a mostrarse complicada cuando tenemos presente que el 'ingrediente' de la mencionada 'pulsión de muerte' también está presente en personas que se suicidan, a solas o en grupo, en su vecindario o en algún distante país, sin por ello llegar al extremo de arrasar con quienes no querían bajar antes de tiempo el telón de sus vidas. De modo que, hasta acá, tal explicación aunque cierta en un aspecto, tampoco alcanza para nombrar a ese 'algo' que, en tanto presentimiento, resuena de manera siniestra.

De la mano de lo anterior, hacemos otro intento. Y recordamos que 'mártir' alude a 'testigo, a aquel que da testimonio de la fortaleza de su fe'. Con lo cual, caemos en la tentación de afirmar que esa gente solo se martiriza o sacrifica para ser un 'elegido'. Pero esto, aunque cierto, tampoco calma nuestra inquietud. Es más, nos quedamos cortos si interpretamos que detrás de tal autosacrificio y protagónico homicidio, seguramente quedó silenciado algún libreto semejante, pleno de sentido en la historia personal de los denominados kamikases. Pues, a la manera de un rompecabezas, tales pasiones desbordadas o desesperanzadas le corresponden a mucha gente, y no por ello llegan al extremo de aunarlas en un atentado terrorista de tal envergadura.

Vuelvo a ese 'algo' que, a mi entender, aún con antecedentes en otras épocas, en los tiempos que corren se está incrementando cada vez más. Ese 'algo' nos lo marca el pre-sentimiento de que se están manifestando acciones frente a las cuales carecemos de palabras, como si estuviéramos impedidos de comprenderlas, quizás porque insistimos con encontrarles la veta racional que calme la angustia que provocan.

A la manera de otra pieza del rompecabezas, me parece que ese 'algo' se relaciona con el hecho de que -cada vez más- existen hombres y mujeres que se infiltran y que practican lo que he denominado 'la modalidad de la seducción-destrucción'. Sin ir más lejos, más allá de las ideologías políticas personales, en diferentes ámbitos y circunstancias de nuestro país, ya hemos tenido indicios de tal 'estilo'. Alguien que sonríe, mientras aparenta compartir inquietudes o intereses, para posteriormente inocular su intencional capacidad destructiva.

De modo que, además del dolor por lo irreversible de tanta muerte, el horror que sentimos, tengamos la nacionalidad que tengamos, se relaciona con darnos cuenta que nos pueden estar rodeando personas que nos 'seducen' con la edulcorada apariencia de ser gente como uno, equivalente a un 'nosotros' familiar. Como seguramente lo sentían 'los americanos' frente a esos hombres que les pedían que los capacitaran, pagándoles para que les enseñaran a usar -por ejemplo un avión- el mismo instrumento con el que los iban a destruir. En fin, hombres que seducían con la apariencia de estar consustanciados -codo a codo-, llegando al extremo de compartir la manera de vivir o divertirse de sus potenciales víctimas. Para luego, después de tantos seductores 'fine!' (hermoso!), 'nice to meet you again' (qué agradable volver a verlo), etc, sorpresivamente clavarían su espícula destructiva en el corazón de la identidad, en este caso, norteamericana. Esta modalidad, la 'seducción y destrucción', habrá existido siempre. Pero entiendo que en las últimas décadas está más vigente o patente que antes. Está siendo moneda corriente. Lo vemos en novelas, reality shows, 'juegos' en los que las parejas pondrán al filo de la navaja la confianza o amor que se tenían, etc. De la misma manera, tal 'estilo' es ostentoso en las últimas décadas en la mayoría de los supuestos representantes de nuestros partidos políticos. Así como se viene haciendo patente en múltiples vínculos afectivos, laborales o de amistades. Nos encontramos ante una 'civilización caracterizada por lo descartable, teñida de barbarie'.

Es probable que, si rescatamos la posibilidad de ser realistas frente a los 'defectos' o 'modalidades dañinas', estemos a tiempo de atajar a esta civilización que corre el riesgo de estropear sus simultáneas capacidades y progresos.

Quizás, la única manera de contrarrestarla a nivel individual sea 'domarla', en lo que de cada uno dependa, como también des-enmascararla en aquellos que pretendan instrumentarla para nuestro perjuicio.

Sin embargo, a nivel más amplio, es para temer que se tienda a responder con la misma moneda. Que mientras por un lado se 'seduce' publicitando un tipo de interés genuino, por el otro se pretende destruir en aras de otro interés, tan verídico como el anterior. Pues, el riesgo es que se seduzca con la idea de que se quiere responder a los ataques sólo para curar heridas locales (propias y ajenas), que no se trata de discrepancias ideológicas o religiosas, etc, etc. Mientras que -detrás de todo lo cierto que ello sea- se oculte la intención de destruir para 'engordar' las ansias de más "Poder" de unos o varios personajes de la historia (por ej. para fotalecer la propia imagen gubernamental, por el petróleo, por los intereses de árabes, alemanes, etc., etc., etc.,).

De ser así, el otro horror que se despierta es el de las consecuencias. Pues, está por verse si -cabalmente- gobernantes y gobernados tienen consciencia de las implicancias de la magnitud de tal 'seducción y destrucción'. Pues, si se trata predominantemente de constatar el "Poder" sobre otros países y/o gobernantes, ello ocasionaría una enorme e irreversible fricción mundial, con la concomitante muerte de personas que -como los del atentado del 11 de septiembre- tampoco desean morir por adelantado y/o ser usadas para alimentar intereses o el poderío ajeno.

Con autorización de la autora para ser publicado en la página web del Colectivo Psicología y Desarrollo Nacional.